martes, 17 de mayo de 2016

San Pascual Bailón, patrono de los Congresos Eucarísticos

Hoy, 17 de mayo, celebra la Iglesia la fiesta de un pobre lego franciscano de la reforma alcantarina. Con su humilde sayal, que oculta los cilicios con que mortifica su cuerpo, camina hacia París. En su zurrón lleva una carta del provincial de España para el padre general, que reside en la capital francesa. Es el año 1576. Francia está infestada de calvinistas, que maltratan al fraile por donde quiera que pasa. Una vez la cosa pasa a mayores; percibe en su costado un puñal y oye esta pregunta:
–¿Dónde está Dios?
–En el cielo –farfulló el frailecito al que le amenazaba con el puñal. Pero después se sintió culpable de su descuido y falta de memoria, por no haber proclamado que Dios se halla también en el Santísimo Sacramento y en todas partes.
–¡Ay de mí! No he confesado mi fe en la Eucaristía.


Es Pascual Bailón, a quien León XIII proclamó patrono de las obras eucarísticas y de los Congresos Eucarísticos Internacionales. De familia muy humilde, aragonés, nacido en Torrehermosa en 1540, hace de pastor durante su infancia y juventud. Pasa al reino de Valencia y a los 24 años, después de dura prueba, ingresa en los franciscanos de la reforma alcantarina. Durante toda su vida será un humilde hermano lego, que ejercerá los oficios de portero, hortelano, cocinero y limosnero. Un iletrado de la vida, que resulta ser un gran «teólogo» de la Eucaristía por su devoción ilimitada y sus éxtasis. Permanecía en la iglesia el mayor tiempo posible, y siempre junto al sagrario. Frecuentemente, durante la misa, entraba en éxtasis en el momento de la consagración. En todo pueblo al que acudía para pedir limosna para el convento, su primer saludo era siempre para el huésped del sagrario. Por eso, los imagineros le representan con hábito de franciscano y con un cáliz y la hostia sobrepuesta.
Nació en Pascua de Resurrección: por eso sus padres le pusieron por nombre Pascual. Y su muerte tuvo lugar el día de Pentecostés, la definitiva Pascua del cielo, poseído como se hallaba de los dones del Espíritu Santo. A punto de morir, le pregunta al hermano que lo cuida:
–¿Han dado ya la señal para la misa mayor?
–Sí –le respondió.
Y se durmió en el Señor. Era el 17 de mayo de 1592, en el convento de Villarreal (Castellón), donde pasó los últimos años de su vida y donde se veneran sus restos. Se cuenta que durante las exequias, en el mismo instante de la consagración, abrió por dos veces los ojos para contemplar la Eucaristía mostrada por el sacerdote.
Fue beatificado en 1618 por Paulo V y canonizado por Alejandro VIII en 1690. León XIII, en 1897, lo declaró patrono de las asociaciones eucarísticas, porque «había descollado entre los santos más amantes del misterio de la fe y del amor, y así no sólo las Congregaciones ya fundadas, sino todas las que en adelante se fundasen, debían tomarle por dechado ejemplar de su amor a Jesús Sacramentado».
Conocido por san Juan de Ribera, santo sevillano, patriarca de Valencia, discutía este santo con un religioso sobre la humildad de Pascual Bailón.
–Padre –decía el patriarca al religioso–, los humildes y sencillos nos dejan y se van al cielo. ¿Qué haremos nosotros? Quememos los libros y seamos humildes.
Pero el religioso contestó:
–Señor, los libros no tienen la culpa, sino nuestra soberbia. Quemémosla y seamos humildes.
–Tenéis razón, tenéis razón –exclamó el patriarca.

Exvoto mexicano: «Doy gracias a San Pascual Bailón por la gracia recibida en esta humilde cocina, era muy mala cocinera y cuando me casé mi esposo dijo que no importaba; pero después de un tiempo empezó a comer en casa de su mamá y quién sabe dónde más; y temiendo perderlo, le recé a San Pascualito para que me ayudara y me hizo el milagro de darme un buen sazón en la comida; ahora mi esposo no falta nunca a comer y hasta presume de mi buena cocina, doy gracias».


 San Pascual Bailón en patrono en México de las cocineras. Desde tiempos remotos, las mujeres mexicanas tenían a san Pascual Bailón en la cocina, y si querían que la comida estuviera buena y a tiempo, imploraban al santo. Le rezan diferentes coplas, pero son más efectivas si también se bailan:
–San Pascual San Pascualillo, tú te encargas del caldillo, mientras yo me tomo un vinillo.
O también esta otra:
–San Pascual Bailón, báilame en este fogón, tú me das el sazón, y yo te dedico un danzón (o una canción).

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