sábado, 7 de mayo de 2016

El Palmar de Troya (3) Clemente, no te quedes con la gente…

La manifestación del 15 de mayo de 1970 me hizo ver que el asunto tomaba vuelos insospechados. Lo comenté con José María Javierre, director de El Correo de Andalucía, y nos fuimos a ver al cardenal Bueno Monreal, arzobispo de Sevilla. La Iglesia aún no se había pronunciado y la autoridad eclesiástica de la diócesis no podía seguir callada, como si nada ocurriera. Era la tarde del 18 de mayo. El cardenal nos dijo que aguardásemos un rato, se puso a la máquina de escribir y poco después, con su estilo jurídico, emitió un decreto, que fue la primera comunicación pastoral sobre El Palmar de Troya:


Clemente y sus estigmas. Se los hacía con una
cuchilla de afeitar en la pensión de Sevilla donde vivía.

—Desde hace aproximadamente un año venimos siguiendo con la obligada atención las informaciones y referencias que nos llegan acerca de unos supuestos fenómenos sobrenaturales que se dicen ocurrió en el lugar denominado El Palmar de Troya, finca de «La Alcaparrosa», consistentes en apariciones del Padre Eterno, de Jesucristo Nuestro Señor, de la Santísima Virgen, de diversos santos y del fallecido P. Pío de Pietralcina a numerosas personas, a las que dan muy variados mensajes. En repetidas ocasiones han sido anunciados por los que a sí mismos se dicen «videntes» inminentes hechos prodigiosos; se han enviado, no sabemos por quién —con una organización costosa y cuidada—, invitaciones a las familias que tienen enfermos, anunciando curaciones; se han presentado algunos casos de pretendidas estigmatizaciones de los clavos de la pasión del Señor, etc. etc. Queremos manifestar que, estudiados todos los elementos que han llegado a nuestro conocimiento sobre estos fenómenos, no solamente no aparece en ellos nada que presente caracteres probables de intervención sobrenatural, sino que, por el contrario, existen muy serios motivos para estimar que se está produciendo una verdadera histeria colectiva, de tipo supersticioso, muy ajena a la verdadera devoción y religiosidad, que puede confundir a muchísimas personas y causar estragos en la fe. En consecuencia, prohibimos la celebración de todo rito público religioso en el mencionado lugar; pedimos a los sacerdotes, religiosos y religiosas, tanto de la diócesis como de fuera de la misma, que no hagan acto de presencia en ninguna de aquellas manifestaciones, mientras no fueren expresamente autorizadas, y exhortamos, asimismo, a los fieles a que se afirmen en la fe en la Palabra de Dios, según el magisterio auténtico de la Iglesia, y procuren vivirla en un sincero compromiso de vida cristiana en la comunión con la Santa Madre Iglesia, en caridad, sencillez y sacrificio, y no en exhibiciones extrañas que no están aprobadas por la Iglesia ni conducen al honor de Dios ni a la salud de las almas. Dado en Sevilla, a 18 de mayo de 1970. + José María, cardenal arzobispo de Sevilla.
Pasarán los días y años, y el fenómeno de El Palmar de Troya será apropiado en exclusividad por Clemente Domínguez y su mentor, verdadero cerebro de la trama, Manuel Alonso Corral. Ya han desaparecido las niñas primeras: Ana García, Rafaela Gordo, Josefa Guzmán y Ana Aguilera, que vete a saber qué ha sido de ellas. Y lo mismo, todos aquellos a los que también se aparecía, incluida la mesonera, que vio su negocio acrecentarse con la llegada de peregrinos.
El «vidente» Clemente Domínguez, con sus éxtasis esperpénticos y estigmas –que se los hacía con una cuchilla de afeitar en la pensión donde vivía–, pronto eclipsó a los demás videntes y se apropió en exclusiva de un negocio que él –y más que él, su amigo Alonso Corral– intuyeron que les daría rédito suficiente de por vida.
Los dos estaban empleados con los Hermanos de San Juan de Dios en Sevilla. Clemente, de contable en la revista Nuestra Ciudad, y Alonso Corral, de gerente de la Compañía de Seguros San Rafael.
Ambos de tendencias homosexuales, Clemente tenía además afición por la electricidad. De ahí el apelativo que le pusieron en los ambientes nocturnos de Sevilla: «La Voltio». De jovencito se escapó de casa y quiso hacerse fraile y en 1967, a sus veinte años, fue declarado inútil para el servicio militar por epiléptico.
Pronto se hicieron con el control de las revelaciones de El Palmar de Troya: Clemente como vidente y Corral como su asesor, el verdadero cerebro. Cuando el padre Serafín Madrid, de San Juan de Dios, supo de los apaños de ambos en El Palmar, los echó de la Obra.
Clemente confesará después qué le dijo fray Serafín Madrid al despedirlo:
–Ya que ve a la Virgen, que la Virgen le dé de comer; ¡márchese!
Clemente tuvo su primera estigmatización el 13 de abril de 1970, poco antes de la concentración del 15 de mayo en La Alcaparrosa, lugar de las apariciones. Se lo hizo en la pensión y contó que se le apareció el padre Pío de Pietrelcina, que llevaba una cruz en la mano izquierda y un punzón en la derecha.
–Sufre esto por el Santo Padre, lo tendrás por breve tiempo –le dijo el capuchino.
Posteriormente, tendrá otras estigmatizaciones, de las que existen fotografías. Algunas, incluso en la frente y en el costado.
Y así se hizo el rey del mambo; perdón, se hizo en exclusiva con El Palmar de Troya. Como diría aquel, en El Palmar se montó «la de Troya». Y se oirá esa canción de Carlos Cano:
–Clemente, no te quedes con la gente…
(Continuará).

No hay comentarios:

Publicar un comentario