lunes, 21 de diciembre de 2015

49 años de sacerdocio

Hoy cumplo 49 años de sacerdocio. Tal día como hoy, 21 de diciembre de 1966, fui ordenado sacerdote en la catedral de Sevilla por el cardenal Bueno Monreal, del que conservo un gratísimo recuerdo.
Son muchos años y el cuerpo ya se resiente de dos infartos y del cansancio del corazón cuando camino a cierta marcha rápida. Pero aquí seguimos, hasta que Dios disponga.
Puedo decir a todos los que por el ancho mundo se asoman a esta Parroquia de Papel que siempre he sentido mi sacerdocio como un don de Dios y jamás me he arrepentido de haber dado en mi juventud este paso.



Momento de la imposición de manos en mi ordenación sacerdotal
y charla posterior con el cardenal Bueno Monreal.

Salí entonces con ganas de ganar el mundo, con cierta petulancia juvenil y no poca inexperiencia. Los años me fueron acoplando hasta llegar a estos momentos en que mi vida transcurre –en jubilación forzosa– ejerciendo mi apostolado y el anuncio de la Palabra prácticamente tras un teclado y un ordenador, acogido a los aires digitales.
Tengo en la calle más de setenta libros publicados y mantengo este blog, una web y un twitter para tratar de hacer en esta Parroquia de Papel lo que no puedo hacer en una Parroquia de piedra.
He tenido muy buenos compañeros de ruta. Y conservo una gratísima memoria de aquellos sacerdotes beneméritos, ya fallecidos, que acogieron a este joven «petulante» con verdadero compañerismo. Estoy convencido de que no somos un gremio malo, créanlo los que se sientan un tanto anticlericales. A pesar de algún que otro garbanzo negro, solo he encontrado compañeros generosos amantes de su vocación. Incluso con los que se dieron de baja en el camino, he mantenido con ellos la misma amistad de antaño, porque, salvo excepciones, siguen siendo buenas personas.
Somos pecadores y yo el primero. Ya lo dice el papa Francisco de sí mismo. Y siempre está pidiendo que recen por él. Pues lo mismo digo: recen por mí. También yo rezaré por vosotros.
Y si algún joven, que lea esto, se anima a ser sacerdote, que no tenga miedo. Dios es grande y misericordioso, que mira muy por encima de nuestras deficiencias y debilidades y pondrá su mano sobre él a lo largo de su vida.
Laus Deo, Dios sea alabado y la Santa Virgen María.


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