lunes, 4 de mayo de 2015

San Romero de América, Pastor y Mártir nuestro

Aún no lo es monseñor Óscar Romero, que fuera arzobispo de San Salvador y asesinado el 24 de marzo de 1980 en el altar, cuando oficiaba una misa en la capilla de un hospital para enfermos de cáncer, en los días previos al estallido del conflicto armado salvadoreño, que duró de 1980 a 1992.
Este título pertenece a un poema que monseñor Pedro Casaldáliga, obispo de la prelatura de Sâo Félix do Araguaia (Brasil), le dedicó:

¡San Romero de América, pastor y mártir nuestro!
Romero de la paz casi imposible en esta tierra en guerra.
Romero en flor morada de la esperanza incólume de todo el Continente.
Romero de la Pascua latinoamericana.
Pobre pastor glorioso, asesinado a sueldo, a dólar, a divisa.
Como Jesús, por orden del Imperio.
¡Pobre pastor glorioso,
abandonado
por tus propios hermanos de báculo y de Misa...!
(Las curias no podían entenderte:
ninguna sinagoga bien montada puede entender a Cristo).


La Curia romana no entendía que monseñor Romero fuera un mártir.
Camilo Maccise, que fuera general de la Orden del Carmen Descalzo, se vio con monseñor Romero una semana antes de su muerte. La noticia de su crimen le sorprendió en Puerto Rico. Y cuando dos semanas después llegó a Roma, «pude constatar con sorpresa –cuenta él– que se daba una interpretación negativa al martirio de monseñor Romero, fruto claro de los prejuicios de la Curia romana hacia la iglesia de América latina».
Ocho años después, en 1988, monseñor Pedro Casaldáliga, a su paso por Roma para la visita ad limina, acudió a la Congregación para la Doctrina de la Fe, que presidía el cardenal Ratzinger. Este le formuló entre otras preguntas:
–Ustedes fácilmente llaman mártires a monseñor Romero, a Camilo Torres, a… Es bueno recordar a ciertos personajes que se dedicaron al pueblo, ¡pero llamarlos márti-res!
Casaldáliga le respondió:
–Nosotros sabemos distinguir entre los mártires «canónicos», oficialmente reconocidos por la Iglesia, y esos otros muchos mártires que llamamos mártires del Reino, que dieron su vida por la justicia, por la liberación; cristianos muchos de ellos, y que murieron también explícitamente por causa del Evangelio. Sí, yo escribí un poema a San Romero de América. Así lo considero, santo, mártir nuestro.
Comenta Camilo Maccise:
–Mientras no se quería admitir como martirio la muerte de monseñor Romero, se exaltaba el martirio de cristianos, sacerdotes y religiosos asesinados en otros contextos socioculturales dominados por la ideología marxista… Un ejemplo de esta actitud fue la exaltación del «martirio» del capellán de los obreros siderúrgicos de Huta (Polonia), el padre J. Popieluszko, torturado y asesinado por la policía por motivos políticos en 1985. Los pronunciamientos de la Curia romana fueron totalmente favorables para considerarlo martirio. Recientemente ha sido beatificado.
Monseñor Romero había sido asesinado por orden del fundador de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), Roberto d'Abuisson, que gobernó El Salvador entre 1989 y  1992, año en que murió, tras un largo padecimiento de cáncer de garganta o cáncer de esófago. Una amnistía dejó impune este crimen.
La Comisión «Justicia, Paz e Integridad de la Creación» (JPIC), que es una Comisión conjunta de la Unión de Superiores Generales (USG) y de la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG) de los Institutos de religiosos y religiosas de la Iglesia Católica, que agrupa a más de 2000 institutos miembros, lanzó la iniciativa de celebrar una misa en Roma en el primer aniversario de la muerte de monseñor Romero.
–Ningún cardenal u obispo del Vaticano –cuenta Camilo Maccise– aceptó presidir la concelebración o participar en ella. Existía el temor de aceptar esa responsabilidad. Eso significaba estar de acuerdo en que la muerte de monseñor Romero había sido un martirio y nadie osaba correr ese riego y contrastar la opinión de la Curia romana.
Y tuvo que ser el propio Maccise quien presidiera la Eucaristía en la iglesia de los Santos Cosme y Damián, concelebrada por varias decenas de sacerdotes y la presencia de unas 500 personas, la mayoría religiosos y religiosas. Maccise refirió de forma clara en la homilía que monseñor Romero era un mártir.
En marzo de 1994 se abrió su proceso de beatificación y tras una larga fase de estancamiento, en 2005 la Congregación para la Causa de los Santos dio el visto bueno para que continuara, y ya con el papa Francisco se ha producido una aceleración de su proceso. Romero será beatificado el próximo 23 de mayo en una ceremonia en San Salvador.
Dijo monseñor Romero el 17 de febrero de 1980, un mes antes de su muerte:
–Los pobres han marcado el verdadero caminar de la Iglesia. Una Iglesia que no se une a los pobres para denunciar desde los pobres las injusticias que con ellos se cometen, no es verdadera Iglesia de Jesucristo.
Y dijo también:
–Una iglesia que no provoca crisis, un Evangelio que no inquieta, una palabra de Dios que no levanta roncha como decimos vulgarmente, una palabra de Dios que no toca el pecado concreto de la sociedad en que está anunciándose, ¿qué Evangelio es ése?

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